noviembre 09, 2013

Estaba haciendo los deberes de biología, y al mismo tiempo, trataba de no escuchar los gritos que provenían de abajo. Mis padres discutían casi todos los días, razón por la que siempre quería terminar lo antes posible mis tareas, para poder salir de casa, y alejarme de esa sensación que tenío al oírles discutir. Trataba de pensar en otras cosas, como el volver a hacerle una visita a Henry en el hospital. Sor Astrid decía que aunque estuviera dormido, podía escucharnos igualmente. No podía creer que días atrás estuviéramos jugando, y en ese momentos se encontrara en una camilla de hospital.
Mas todas las preocupaciones desaparecieron de mi mente al notar algo pasar a través de mí. No conseguí saber que era, semejaba una fuerza o algo similar. Pero lo que me sorprendió fue lo que vino a continuación: una oleada de imágenes invadieron mi mente, totalmente ajenas al principio, mas luego con sentido. Pude reconocer caras, lugares, nombres. Aquellas imágenes, aquellos recuerdos… eran míos. Mi primer juego de té, mis antiguos peluches, la cabaña, los niños del pueblo, el puesto de juguetes… Lo recordé todo en cuestión de lo que a mí me parecieron horas. Escuché voces abajo. Me levanté de la silla y salí de la habitación. Baje las escaleras y vi una pareja abrazándose. Los que unos minutos atrás habían sido mis padres, ahora los recordaba como los vecinos, los que durante tanto tiempo me habían cuidado cuando vivía en el bosque. La que había sido mi madre reparó en mi presencia y me miró con los ojos llorosos.
- ¿G-Grace?
Asentí.
Ella abrió los brazos, invitándome a abrazarla. Bajé las escaleras y la abracé. Aquellos recuerdos, aquella vida pasada, era tan confuso a la vez que claro. Traté de encontrar una explicación. Busqué entre mis últimos recuerdos de aquella vida, cuando caí en la cuenta de que me faltaba algo. Algo que, incluso en mi vida anterior, hacía mucho que no veía. Algo querido.
Papa.
“-Papa. ¿Quieres tú té?
Parecía preocupado. Muy pocas veces le había visto así, él siempre trataba de esconder la preocupación detrás de una de sus flamantes sonrisas.
- Grace, pasarás el resto del día con los vecinos. He de cumplir un encargo.
- ¿No puedo acompañarte? Me gusta ir contigo al bosque.
- No voy al bosque, cariño.
No recordaba que él hubiese hablado con alguno de sus clientes habituales mientras estábamos en el pueblo, y era inusual que le hicieran encargos de lugares alejados del bosque. Durante todo el día sólo había hablado con una persona.
Un escalofrío recorrió mi espalda.
- Es un encargo para la reina, ¿no?
Su respuesta a mi pregunta fue bajar la mirada, y a continuación mostrármela en su serio rostro.
- No importa lo que quiera de ti. No lo hagas.
Se levantó de la pequeña silla de juguete y se agachó junto a mí.
- Grace, debo hacerlo. Quiero que tengas lo que quieras.
- Sólo te quiero a ti, papá. Por favor, quédate.
- Ven aquí.
Me cogió en brazos y se levantó, mientras yo le abrazaba.
- Lo sé.
Se acercó a la puerta, con ojos de disculpa.
- Lo lamento, pequeña, he de irme.
- Prométeme que vas a volver.
Cogió mi pequeña caperuza de color castaño del colgador, sin responderme.
- Prométemelo.
- Te lo aseguro.
Me puso la prenda mientras que mostraba una de sus sonrisas.
- Para tomar el té. ¿Lo prometes?
Se agachó junto a mí y me miró a los ojos.
- Te lo prometo. No me lo perdería por nada.
Acercó mi rostro hacia él y me besó la frente. No quería que se fuera. Decían cosas espantosas de la reina, y si le pasara algo a él, no me quedaría nada.
Me abrió la puerta gentilmente.
- Anda.
Suspiré antes de salir, y al hacerlo, me colocó la capucha de la caperuza. “
Aquella había sido la última vez que había visto a mi padre. Cuando llegó la noche y veía que aún no había vuelto, los vecinos me permitieron quedarme con ellos aquella noche. Las noches se volvieron días, y los días se volvieron semanas. Cada mañana miraba por la ventana, esperando que por la chimenea saliera humo del agua hirviendo para el té. No recordaba haberle visto siendo Paige. ¿Acaso no estaba en la ciudad? ¿Habría vuelto a la cabaña como prometió, pero yo ya no estaba?
- ¿Habéis visto a mi padre?
Pregunté levantando la cabeza, mirándoles esperanzada. Ella dirigió su mirada al que una vez había sido mi padre. Él negó con la cabeza, y ella me abrazó más fuerte.
Tal vez fuera otra vida, otro mundo, mas la historia era la misma. Estaba sola, mirando por la ventana a que mi padre regresara, para al fin tomar ese té prometido, para que me deslumbrara de nuevo con una de sus sonrisas.

¿Dónde estás, papá?

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